jueves, 15 de julio de 2010

Y sí... somos Campeones del Mundo!


Parece mentira, pero no sé cómo empezar esto. Puede ser porque es la primera vez y en estas lides siempre uno está temeroso, torpe y no sabe qué hacer.

No es la primera vez que ganamos un título de selecciones en fútbol. Ya pasó en el Prater aquel magnífico 29 de junio de 2008, pero aquello era solo Europa. Hoy volvemos a ser campeones, sí, pero hoy el mundo entero se gira a ese pequeño país del sur de Europa de 46 millones de habitantes. Ya no nos conocerán por los toros, la siesta, la fiesta, la paella… ahora también nos conocen por el fútbol.

11 julio de 2010. Siempre lo recordaremos, como el 29 de julio, como nuestro cumpleaños, como cualquier aniversario de los más cercanos a nosotros. Recordaremos también a ese pequeño manchego, que salió de Fuentealbilla para crecer en La Masía y para acabar colocando a España en el Olimpo del Fútbol.
Nuestros bajitos, hoy de azul, han necesitado 116 minutos para vencer a los holandeses. Nada de naranja mecánica, cualquier parecido con aquella selección de Cruyff es pura coincidencia. Jesusito de mi vida cogió el balón en la derecha, avanzó a trompicones. Abrió a la banda al niño Torres, vió a Andresito entrar libre de marca por el centro se la quiso poner. Pero cortó la defensa “Oranje”, el balón le cayó al del Arsenal, Cesc. Abrió a Iniesta que estaba desmarcado en la parte derecha del área holandés, controló el manchego y fusiló a Stekelenbur colocando el Jobulani en el fondo de la portería… Camacho se volvió a comer el micro de T5, Poli gritó desde los micros amarillos de la SER, Carlos Martínez recordó el Iniestazo de Stamford Bridge… y 46 millones de españoles gritaron al unísono una palabra: GOL





Ya no recuerdo nada más. En la calle oía gritos, bocinas. Vi llorar al capitán, al portero, al santo que nos volvió a salvar con dos intervenciones milagrosas frente al que fuera su compañero el año pasado, Robben.

Tras el gol del chico blanco de Fuentealbilla, quedaban cuatro minutos más el descuento. El tiempo compañero inseparable nos mataba y nos hacía sufrir con su paso lento, su avanzar pausado. Los segundos parecían días y los minutos eternidades.
Llegaron los tres pitidos del infame Webb, esos tres sonidos agudos sonaron en los oídos españoles como la Novena Sinfonía de Beethoven. O mejor, sonaron a los acordes del We’re the Champions de Queen. Éramos campeones, campeones del mundo.

Tras tantos años viendo a brasileños, franceses, italianos, argentinos, alemanes celebrando la victoria en un mundial… Éramos nosotros, los españoles, los que vivíamos esos momentos de alegría tan solo reservados a los mejores.
Y, llegó el momento. Todos los focos seguían a un chaval con una camiseta verde y con el número uno a la espalda. Péinate que miles de millones de personas te están mirando. Respira, agárrala bien, saborea ese momento y levántala. Ahora sí, somos campeones del mundo.

Habéis escrito una nueva página en ese gran libro que la humanidad llama Historia. Con letras de oro y un trazo exquisito, fino y de calidad habéis firmado una de las páginas más bonitas de nuestra Historia. Gracias.

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